Estas páginas podr¡an llamarse "voz de los sin voz" en un sentido contrario al habitual: no porque alguien que tiene voz la preste a los que no tienen, sino porque alguien que no tiene voz ni voto, ni vela en este entierro, se arroga el habla por la necesidad de clamar, de gritar hasta la ronquera sobre el calvario de El Salvador y la esperanza de resurrección de Nicaragua, para que el que tenga o¡dos para o¡r -al menos ése- oiga.Esa misma necesidad la sent¡an infinidad de amigos que me despidieron con idénicas palabras: entérate bien, anótalo todo, cuenta cosas y, si puedes, escribe algo. A ellos van dirigidas estas páginas, como una carta más, socializada y, por ello, más voluminosa.