Al llegar al circo todas mis emociones desaparecieron en centelleantes gotas cristalinas, que golpeando el suelo polvoriento, dejaron una aureola de humedad. Cuando entraba en él, me parecÃa otro mundo: sus pequeños seres, su magia, su alegrÃa, su fantasÃa, sus risas... Allà supe que existÃan los Milagros. Me senté a reflexionar y a admirar los grandes misterios de la vida. Todo lo que por delante de mà pasaba, hacÃa que mi mando vibrara aún más en un sentimiento de felicidad, que me paralizaba y de cabeza me introducÃa en un profundo e inexplicable pensar acerca de mi vida. Preguntándome el por qué me producÃa una agonÃa lenta y severa.
