Transformar es una de las palabras recurrentes en los documentos que definen el papel de las y los profesionales de la intervención social y educativa. Es una palabra cargada de perspectiva sociopolítica, que expresa la voluntad de incidir en los mecanismos que generan injusticia, violencia o desigualdad de oportunidades para vivir con plenitud todas las vidas. Y también es una palabra que conecta con la aceptación del cambio como ingrediente nuclear de la condición humana. Dedicarse a ?lo social? o ?lo educativo? es asumir que la incertidumbre, el riesgo, la incomodidad o la resistencia a cambiar serán escenarios habituales en los que desarrollarse profesionalmente.
Aprender es otra de esas palabras que conviene releer de vez en cuando, como los buenos libros. Cuando aprendemos, aceptamos que no tenemos todas las respuestas y, sobre todo, que no siempre nos hemos formulado las preguntas adecuadas. Aprender es estar abierto a transformarse cada día, para buscar sentido a lo que hacemos, para mirar con ojos renovados la realidad o para ir ajustando nuestra manera de actuar.
Acompañar o promover procesos de cambio en contextos marcados por la complejidad son tareas que exigen itinerarios de aprendizaje rigurosos y apasionados. Y también estrategias, métodos y relaciones educativas coherentes con el fondo y con la forma de esas exigencias profesionales.
Compartir criterios pedagógicos y actividades formativas utilizadas para la mejora de las competencias profesionales es, en nuestros ámbitos, una de las expresiones naturales de esa coherencia buscada entre lo que enseñamos y el modo como lo hacemos.
