LluÃs Pasqual rememora su relación con GarcÃa Lorca y se nos revela un narrador preciso, elegante, conmovedor. Un relato delicioso, de una sensibilidad y una fuerza narrativa excepcionales.
«Al igual que cuando uno se enamora por primera vez se está enamorando de alguien y del amor al mismo tiempo, GarcÃa Lorca era para mà «el autor»
y la Literatura: el descubrimiento de la compañÃa espiritual y de la capacidad de aventura que encierra un libro. Aunque leÃa a otros autores, la sensación de extraña cercanÃa no era la misma. Tal vez por esa misma cercanÃa, en algún momento debà de sentir que si uno puede elegir a sus amigos entre los vivos,
también lo puede hacer entre los muertos si, como en este caso, sus palabras, que albergan sus emociones más Ãntimas, te acompañan y te sirven, en algunos momentos de la vida, para darle un nombre a las tuyas. Enamorarse del Federico amigo era demasiado fácil y, sobre todo, peligroso. (...) La fascinación que desde el primer momento sentà -y sigo sintiendo- por la escritura de GarcÃa Lorca me
decÃa que Federico podÃa acompañarme por lo menos un largo espacio de mi vida, alimentando durante mucho tiempo la cálida sensación de fraternidad que me producÃa su lectura: amor de hermano. Ahà estaba. Esto iba a ser, mi hermano. Y
puestos a pedir, mi gemelo. Un espejo al que poder mirarme, un reflejo en forma de refugio, mucho más sabio que yo por el hecho de ser poeta, y cuyos
pensamientos y emociones se parecÃan a los mÃos, o más bien los mÃos encontraban su libre expresión en la manera cómo él los contaba.»
(De "A modo de Introducción").