A través de esta jugosa conversación, el profesor, escritor y crítico Pedro M. Domene nos va desvelando la poliédrica personalidad literaria y humana de Alejandro López Andrada. Vemos alzarse ante nuestro ojos la génesis de una obra de enormes proporciones que López Andrada ha ido forjando a lo largo de los años, y que ha sabido verter a través de la poesía, la novela y el periodismo. Una magna obra vertebrada por el telúrico mundo de la infancia, ese big bang de emociones y percepciones fundacionales, capaz de nutrir y justificar la sensibilidad de toda una vida, y alumbrar páginas imperecederas. ôLas preguntas ensayan y crean un diálogo de referencias, de comprensión y deseo, que vislumbra el mundo del escritor; con sus respuestas nos obliga a una vuelta atrás a cada uno de sus versos, a escuchar a unos singulares personajes, a la hermosa visión de ese espacio infinito que conforman algunas de las mejores páginas de sus libros; nos encontramos ante reflexiones certeras sobre la creación y la literatura, o curioseamos anécdotas personales, de la infancia del autor, o de sus primeros pasos como escritor.ö Pedro M. Domene. ôLos versos de un poema están hechos de palabras, pero dentro de ellos hay una intensidad emocional y una belleza estética que conectan con el lector de un modo sublime. La poesía, igual que la narrativa, debe cumplir una función comunicativa, pero esta debe sustentarse en la seducción del lenguaje, en la belleza estética de las palabras, aunque, también, lógicamente, en el mensaje que contienen. Detrás de un buen novelista o un buen poeta hay siempre una cierta habilidad técnica y un oficio que le sirven para elevar un mundo estético y literario partiendo de la nada, de algo inconcreto e invisible. Ahí reside la magia de la buena literatura.ö Alejandro López Andrada.
