En este breve tratado, extraÃdo de Visión desde el fondo del mar, Rafael Argullol nos
ofrece una alegorÃa filosófica sobre nuestra condición de extraños en el mundo y
sobre la posibilidad de volver a ese estado mÃtico en que la naturaleza era un auténtico hogar: «No sólo el hombre habÃa sido expulsado del ParaÃso, también Dios se habÃa ido, dejándolo abandonado. El ParaÃso permanecÃa deshabitado y desde entonces nos tentábamos, Dios y nosotros, con la posibilidad de regresar. Pero éramos cobardes ante la dictadura del tiempo. Dios nos tentaba: Ãregresad! Nosotros lo tentábamos: Ãregresa! Un velo de hierro impedÃa que nos escucháramos. Asà el ParaÃso siempre permanecerÃa vacÃo. HacÃa falta seducirnos otra vez. Si seducÃamos a Diospara que volviera, comprobarÃamos que también Él quiere volver».