«La mecanización de la fiesta, la planificación industrial y comercialización de la misma (Navidades, Reyes, dÃas del padre y de la madre...) o esas formas minúsculas de celebración en discotecas, «pubs», bares, pequeñas sociedades corpusculares, le quitan toda posibilidad de una mayor participación de la colectividad.» Julio Caro Baroja entrevistado por Emilio Temprano «Las grandes ciudades de la baja Edad Media (tales como Roma, Nápóles, Venecia,ParÃs, Lyon, Nuremberg, Kóln, etc) llevaban durante tres meses al año -si no más, si sumamos todas las fiestas- una vida absolutamente carnavalesca. Puede decirse (manteniendo evidentemente ciertas reservas) que el hombre de la Edad Media tenÃa dos vidas: la una oficial, monolÃticamente seria y limitada, sometida a un orden jerárquico rÃgido, penetrado de dogmatismo, de temor, de veneración, de piedad, y la otra de carnaval y de plaza pública, libre, llena de risa ambivalente, de sacrilegios, de profanaciones, de envilecimientos, de inconveniencias, de contactos familiares con todo y con todos.» MijaÃl BajtÃn «Habéis oÃdo todos hablar de la institución de las orgÃas, también en los pueblos llamados primitivos, que estaban destinadas justamente a esto, es decir, a procurar una especie de desahogo en plazos limitados, en dÃas limitados -un dÃa al año, un dÃa a la semana- de aquello que se sospechaba que en el pueblo podrÃa resultar peligroso si no encontraba este desahogo. Y de esta manera, concediendo el desahogo de la orgÃa pues, naturalmente, se aseguraba el orden total y, sobre todo, se aseguraba por medio de lo que he dicho: que la alternancia entre dÃas rojos y dÃas negros, entre la fiesta y el trabajo, produjera la creación de ese tiempo vacÃo, ese tiempo siempre destinado al futuro, siempre destinado a la muerte, que es el tipo de tiempo que Capital y Estado necesitan para establecer su orden. » AgustÃn GarcÃa Calvo