BDSM. Introducción a las técnicas y su significado - Jay Wiseman

BDSM. Introducción a las técnicas y su significado - Jay Wiseman

Editorial:
Bellaterra
EAN:
9788472902640
Año de edición:
Materia
LITERATURA
ISBN:
978-84-7290-264-0
Páginas:
544
Encuadernación:
LIBRO EN OTRO FORMATO
Idioma:
CASTELLANO
Ancho:
160
Alto:
240
Disponibilidad:
No disponible
Colección:
BDSM

Si se echa un vistazo retrospectivo a la consideración de que han gozado el placer sensible y el erotismo en la cultura occidental desde  los tiempos de la Grecia clásica, se puede afirmar que, en líneas generales y salvo excepciones, han sido vistos siempre como ámbitos problemáticos de la vida humana. A lo largo de los siglos se ha constituido en una fuente de tensiones continua entre el énfasis normativo institucional, por un lado, y la inagotable fuerza telúrica del deseo en su exigencia de ser satisfecho, por otro. El placer sensual, constreñido por la restrictiva moral judeocristiana a los estrechos canales de la reproducción, ha sido evaluado como una seria amenaza para el orden natural o divino del cosmos. Esta lectura de la sexualidad ha sido realizada de forma reiterada, de modo explícito o implícito, por los estamentos e instituciones que se han arrogado la función del mantenimiento de la decencia, la rectitud y el adecuado proceder de las actividades humanas. El resultado ha sido la producción de un corpus de conocimientos teóricos consagrado a demonizar cualquier actividad erótica que no estuviese orientada al coito heterosexual en el marco del matrimonio y con una finalidad estrictamente reproductiva.
 
 
 La pérdida de peso de la religión como referente ideológico sancionador de la conducta y la vida sexual, especialmente acusada en Occidente desde la Ilustración, no variaría mucho las cosas. La ciencia, y en concreto la medicina y la psicología, cogió el relevo como instancia privilegiada encargada de definir qué actividades amatorias, y en virtud de qué motivos, pueden considerarse sanas y permisibles. Eso lleva, por defecto, a la especificación de qué prácticas e inclinaciones deben calificarse como patológicas, y ser confinadas, en consecuencia, al diván y al oscuro armario donde mora toda perversión sexual. En este ámbito, el papel de la psiquiatría ha sido primordial, ya que ha generado un conjunto de conocimientos y paradigmas acerca de la sexualidad en la medida en que ha intentado explicar y tratar de forma sistemática prácticas y tendencias sexuales, atribuyéndoles una significación precisa en un marco de referencia conceptual propio. No obstante, es necesario cuestionar el estatus epistemológico de este modo de conocer, es decir, su adecuación a los paradigmas científicos admitidos. Es reconocido que toda ciencia emerge y se halla inmersa en un marco social e ideológico  definido y que, por tanto, la influencia del contexto sociocultural lastra de alguna manera los axiomas y resultados de la indagación científica. Valores y prejuicios, consciente o inconscientemente sostenidos, condicionan presupuestos y desarrollos teóricos y empíricos. Ahora bien, ningún tipo de saber puede reclamar el estatus de conocimiento científico si no se somete a la prueba de la adecuación a la realidad sobre la cual se erige. En este sentido, la ciencia médica ha adoptado tradicionalmente un enfoque que privilegia los juicios de valor sobre la realidad que pretende conocer. Al dictaminar acerca de la condición patológica o desviada de tal o cual conducta sexual, sanciona positivamente un modelo hegemónico que es considerado, no como aquel que prevalece en términos de frecuencia o apoyo institucional, sino como el modelo de sexualidad natural, sano, o maduro. Las distintas disciplinas médicas que se han dedicado a explorar la sexualidad humana suelen adolecer, de acuerdo con estas premisas teóricas e interpretativas, de una perspectiva proyectiva, cerrada en sí misma. Su discurso tiende a reflejar convicciones y premisas que no son sometidas a revisión, mediante una lectura sesgada  y acrítica de la realidad que analiza. Se trata de un posicionamiento  que no realiza el menor esfuerzo por adentrarse en el universo de significados que es propio del objeto de estudio. El resultado es que se niega la posibilidad misma de reconocer, tras determinadas conductas o preferencias, un modo creativo de concebir la sexualidad, capaz de generar por sí mismo una serie de valores, símbolos, imágenes  y marcos interpretativos propios.
 
 
 Un ejemplo paradigmático de esta actitud es el del eminente sexólogo Richard Von Krafft-Ebing. En su Psicopathia sexualis (1886) elabora un  amplio catálogo de perversiones sexuales -que incluye desde la homosexualidad al bestialismo- haciendo referencia explícita al sadismo y el masoquismo. Ambas categorías se emplean para referirse, respectivamente, a las perversiones asociadas a la obtención de placer  erótico a través de infringir o experimentar dolor y humillaciones diversas.

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