El narrador vio por primera vez a aquel hombre en 1971, o 1972, cuando Allende aún era presidente de Chile. Entonces se hacÃa llamar Ruiz-Tagle y se deslizaba con la distancia y la cautela de un gato por los talleres literarios de la universidad de Concepción. EscribÃa poemas también distantes y cautelosos, seducÃa a las mujeres, despertaba en los hombres una indefinible desconfianza. Volvió a verlo después del Golpe, época en que hasta los poetas jóvenes de dieciocho años, como ellos, se vieron de repente abocados a una repentina, sangrienta madurez. Pero en esa ocasión el narrador aún ignoraba que aquél aviador, Wieder, que escribÃa con humo versÃculos de la Biblia con un avión de la Segunda Guerra Mundial, y Ruiz-Tagle, el aprendiz de poeta, eran uno y el mismo.VersÃculos que leÃan los prisioneros en los estadios, y que ya no leerÃan las hermanas Garmendia, dos de las poetas que habÃa seducido y hecho desaparecer... Y asÃ, en un ineludible recorrido por las muchas bifurcaciones de los senderos de la historia, las mitologÃas y las literaturas de nuestra época, nos es contada la nada ejemplar fábula de un impostor (¿pero no somos todos impostores en algún momento de nuestras vidas?), de un hombre de muchos nombres, sin otra moral que la estética (¿pero no es ésta la aspiración de todo artista?), dandy del horror, asesino y fotógrafo del miedo, artista bárbaro que llevaba sus creaciones hasta sus últimas y letales consecuencias...