Fernando VII anuló en 1814 la Constitución y toda la labor jurÃdica de las Cortes de Cádiz. Se restauraba asà el régimen absolutista, considerando los historiadores este brusco giro polÃtico como un auténtico golpe de Estado. Durante los seis años siguientes (1814-1820) el rey gobernarÃa apoyado en sus ministros absolutistas, pero la dirección del paÃs estaba en realidad en manos de los allegados del rey, la llamada camarilla: aristócratas, clérigos y demás consejeros reaccionarios. La corte fernandista supone para Galdós el apogeo del favoritismo y la mezquindad. Los cortesanos, encerrados en el palacio, ignoran realmente lo que sucede en el paÃs. Dice Galdós que aquella comparsa, siendo abominable y grotesca, ni siquiera supo hacer el mal con talento.