Morten Storm siempre fue un yihadista poco convencional. Danés, pelirrojo y de metro ochenta y cinco de altura, pasó su adolescencia metiéndose en lÃos con su banda de moteros y entrando y saliendo de la cárcel. Hasta que un dÃa leyó un libro sobre Mahoma que le cautivó y se embarcó en una metamorfosis que lo llevarÃa a una escuela de yihadistas en Yemen, a llamar a su hijo Osama ?en homenaje a Bin Laden? y a convertirse en amigo personal de Anuar al-Aulaki, el rostro más conocido de Al Qaeda en la penÃnsula arábiga.
Durante diez años, Storm buscó darle sentido a su vida a través del salafismo más radical. Luego, tan rápido como habÃa venido, su fe se diluyó y Morten se dejó seducir por los cantos de sirena de las agencias de espionaje más importantes del mundo, muy interesadas en su red de contactos. Asà fue como acabó trabajando para los servicios secretos daneses, el MI5 y la CIA, en misiones de altos vuelos en las que durante cinco años se jugó la vida. Todas con un solo objetivo final: acabar con al-Aulaki.