El concejo de Gijón experimenta durante las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del XX uno de los períodos de mayor crecimiento de su historia. Los cronistas han dejado constancia sobrada acerca de los protagonistas más destacados en ese proceso de desarrollo económico, asociativo y cultural que experimenta la sociedad gijonesa en este tiempo. Los nombres de esos protagonistas son, en su inmensa mayoría, nombres de hombres. Hombres eran los que dirigían la política, las empresas, las organizaciones obreras, los periódicos... Hombres los de la Extensión Universitaria, los del Ateneo, los de los casinos, los de los clubes deportivos... Ante esa evidencia, ante la constatación de la ausencia de mujeres en las crónicas de un periodo de gran interés en la historia regional y, especialmente, en la gijonesa, no puedo menos de preguntarme ¿qué hacían las mujeres mientras tanto? ¿dónde estaban? La búsqueda de respuestas a esas preguntas me ocupó varios meses en los que me vi obligado a ajustar la lente con la cual miramos el mundo. Con paciencia y enfoque adecuado las busqué en las fábricas, en las calles, en los bailes, en las casas... Al final, como no, las encontré. Allí estaban, en la Gota de Leche, en la Pescadería, en la Algodonera, en el matadero cogiendo agua en La Pipa, manifestándose por las calles, en el Ateneo Obrero, en la playa, en las trincheras, en el Ayuntamiento, en la cárcel de El Coto, en la Escuela de Comercio, en el Sindicato de la Aguja, ante los tribunales, en la Fábrica de Tabaco, jugando a jóquey, en las Agrupaciones de Mujeres Antifascistas, en el teatro Dindurra, atendiendo la Cocina Económica, descargando pescado, en los conventos, en la Fábrica de Vidrios, huyendo de la guerra... Macrino Fernández Riera
