Si hay un lÃrico en España al cual nadie duda en conceder el tÃtulo de prÃncipe de poetas, ese es Garcilaso. Desde su época hasta nuestros dÃas nunca ha dejado de estar presente en el canon de la poesÃa hispana. Su huella, su recuerdo, su imborrable presencia se aprecian a todo lo ancho y largo de las letras en lengua española. Su vida, por corta, parecÃa ser de sobra conocida y, en general, nadie se preocupaba de ahondar de nuevo en sus pasos terrenales. Ahora bien, el descubrimiento hace unos años de un importante amor de su juventud llevó a pensar que en realidad muy poco se sabÃa sobre él. El inmenso acervo archivÃstico español aguardaba a que alguien abriese sus polvorientos folios y, poco a poco, deshiciera la madeja de la apasionante vida del toledano. Y fue asà como, legajo tras legajo, aparecieron las personas que llenaron su vida y que dieron motivo a sus versos. Después de Guiomar, renació Beatriz de Sá, su imposible amor portugués y, por fin, tras largo investigar e ir encajando las piezas de su biografÃa, acabó por aparecer Camila, la pariente pastora que a todos se ocultaba. Ahora el rompecabezas está completado, no falta ninguna pieza fundamental y la vida de Garcilaso se nos ofrece aquà en toda su emoción e inmortalidad.